viernes, enero 29, 2010

MENOS CERO.

Hoy mis alumnos presentaron un numerito de 4 minutos, donde contaban un cuento. En mis vacaciones de diciembre lo pensé, lo preparé mucho. Antes de empezar en enero ya tenía la música, el vestuario pensado y pedido, la música, la logística. Todo, se supone, estaba bajo control. El resultado de hoy fue una mierda. Decidí que en mis clases no los iba a obligar, ni a gritar, si nada. Lo que ellos quisieran, lo que ellos tuvieran en mente. Los movimientos que les propuse son muy sencillos, ellos podían entintarlos con propia personalidad. Se negaron, la resistencia está latente. Veo como otras maestras logran en dos horas numeritos sencillos y clisés, pero lo logran.
Me piden a gritos que les grite y los obligue. El taller dura una hora y es una letanía de "Toño, por favor no hagas ruido con ese bastón, por favor déjalo. No lastimes a nadie, cuidado, Toño por favor estoy hablando", así con casi todos. Disfrutan provocarme, buscan egocéntricamente ser lastimados. Entre ellos se agreden de todas las formas posibles. Se acusan , se humillan, se lastiman. Todavía la última clase una niña me dijo que prefería el maestro anterior.
Busco el proceso, no el resultado. Busco que se apoyen como grupo, que se respeten, que arriesguen con su cuerpo para dominarlos, que con su cabeza logren otras atmósferas. Pero el sutil rechazo es generalizado.

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