lunes, enero 11, 2010

BUENOS DIAZ

Con unos buenos días sería suficiente, pero los Díaz de mi familia, no son buenos. De hecho lo malo es que juran ser buenos y en realidad tenemos el germen de la patraña en nuestra sangre. Ninguno es generoso por naturaleza, somos egoístas en todos los aspectos de nuestras vidas y sólo regalamos lo que nos sobra.

Espero que mi hija no repita este temperamento.

En nuestra maldad también contenemos la adolescencia permanente, nunca crecemos; algunos hasta quedan infantilizados de por vida. No se les conoce amigos permanentes, y si llegan a relacionarse con parejas sentimentales, sabremos inmediatamente que los esposos son tan anormales como un Díaz de abolengo.

Nadie tiene la culpa, revisando generaciones podemos observar a la abuela Díaz a quien se le menciona como la gran culpable, pero es una torpe estrategia de salud intrafamiliar que sólo ha empeorado la lamentable situación.

Seríamos, de ser responsables, diagnosticados con una nueva enfermedad o síndrome de Díaz. Una enfermedad contagiosa, hereditaria, de negación y muy molesta. Como síntomas; la inmadurez, el infantilismo, el descontrol emocional, la gordura física, el discordia cotidiana, la reacción exagerada a situaciones normales y el desentono en las conversaciones.

ATENCIÓN: si de casualidad se encuentra con alguien con por lo menos 3 de estos síntomas; no se asuste, adviértalo, aléjese, disimule y procure no llamar la atención de esas miserables figuras terrestres. Por favor, evítese de 2 a 3 años de miles de enredos inúitiles y de desgaste emocional.

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